De neuronas, emociones y motivaciones PDF

Las moléculas y el carácter. ¿Romántico o pragmático? ¿Optimista o pesimista?: la diferencia está en las catecolaminas.

Eugenio y Alberto tienen habitaciones contiguas en un viejo edificio, desde cuyas ventanas se observa la imponente estructura de la Escuela de Medicina, a la que ambos asisten. Son los tiempos románticos de la prerrevolución y la ciudad de México es aún risueña y un tanto provinciana. Hacia el atardecer, cuando las campanas del templo de Santo Domingo llaman al rosario, nuestros jóvenes amigos acostumbran abandonar los libros y bajar al café de la plaza a dejar que su mente olvide por un rato los intrincados vericuetos de la anatomía y tome senderos más ligeros. Hablarán, por supuesto, de cosas importantes: su futuro, el amor, el arte y discuten corrientes filosóficas un poco fuera de moda. Sus enfoques son, sin embargo, diametralmente opuestos y revelan sin duda los rasgos típicos de su carácter. 

Eugenio es más bien tímido, reservado, introvertido. Por las noches pasa largas horas en una especie de ensueño, con el pecho oprimido por una congoja que no acierta —ni quiere— explicar. Por supuesto, las mujeres son para él tan luminosas e inalcanzables como las estrellas. 

Alberto, en cambio, es alegre, despreocupado, intuitivo y brillante. Tiene éxito en casi todo lo que emprende y, si fracasa, lo toma con alegre desenfado. Por las noches, que muy a menudo pasa acompañado de señoritas muy de carne y hueso, tan pronto pone la cabeza en la almohada se duerme profundamente, y ya a sus escasos veintidós años tiene cierta tendencia a roncar. Apenas se levanta, comienza a cantar a voz en cuello arias de Puccini o de la zarzuela de moda. 

Eugenio, dicen, se parece a su mamá, una mujer dulce y tranquila, con el pelo rubio cenizo, peinado en un chongo alto, vestida generalmente de colores pálidos. Toca el piano al atardecer con expresión soñadora y se conmueve leyendo sonetos de los poetas románticos. Alberto también se parece a su mamá, una señora alegre, dicharachera, gordita por supuesto, siempre activa en el imperio oloroso de su enorme cocina. Habla a gritos y su risa estentórea sacude su pecho opulento. A escondidas, claro está, fuma puro. 


¿En dónde está la diferencia entre nuestros dos personajes? Ciertamente no se advierte a primera vista en su físico. Los dos son más bien altos y delgados pero fuertes. Si se les hiciera un electrocardiograma, un análisis de sangre, un perfil hormonal o una tomografía del cerebro seguramente no se advertiría ninguna diferencia significativa entre ellos. ¿En dónde está la causa de su actitud tan distinta ante el mundo? El parecido con sus respectivas madres ¿es producto de su educación o es que han heredado alguno de los rasgos de su personalidad? ¿Quiere esto decir que los rasgos de la personalidad se heredan? Si es así, sucede que son los genes los que al expresarse en forma de una proteína en alguna de nuestras células determinan nuestro carácter. Así que, ¿dónde se originan?, ¿qué son los rasgos de la personalidad? 

En otros tiempos, y tal vez aun ahora, mucha gente ha pensado que el carácter es algo indefinible y que podría ser un atributo del espíritu (el cual, como todos sabemos, es lo menos definible). Y eso a pesar de que en el siglo V Hipócrates ya había relacionado la personalidad con la combinación de los cuatro humores orgánicos: bilis negra, bilis amarilla, sangre y linfa. Definió a los individuos como linfáticos, coléricos, sanguíneos y melancólicos, según la predominancia de uno u otro de estos fluidos corporales. En estos tiempos, sin embargo, la mejor manera de convencer a los escépticos de que el carácter radica esencialmente en el cerebro es la sencilla demostración experimental de que la administración de una sustancia química con una acción bien conocida en el cerebro puede convertir al tímido Eugenio en un intrépido Alberto. Esto no es ciencia ficción, es sólo ciencia; desafortunadamente, todavía incipiente, y en el momento actual puede ser tan peligrosa como la caja de Pandora. Trataremos de explicar esto en este libro.

De neuronas, emociones y motivaciones


También te puede interesar:

Las sustancias de los sueños


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, me ha costado mucho encontrarlo, se agradece el trabajo que haces al compartirlo, saludos..

Entradas populares

Buscar en este blog